LEGOLAND Billund es el primer parque que la marca LEGO abrió en el mundo. Está Dinamarca, en la ciudad donde nació su fundador y en la que está la sede de esta maravillosa casa de ladrillos de colores.
El parque es sencillamente impresionante. Construido con más de 50 millones de piezas lego, es un espacio único de creatividad e imaginación en el que los niños son los auténticos reyes.
En LEGOLAND aprendimos que LEGO significa “jugar bien”, que el único límite para crear lo ponemos nosotros mismos y que con los niños menos siempre es más. La razón por la que estos ladrillitos de colores llevan desde 1932 convirtiéndose en el juego favorito de miles de niños estriba en su sencillez. Con lo más sencillo y su imaginación pueden construir lo más grande.
Al entrar en el parque les dimos a los niños un mapa y les dijimos que el día era por y para ellos. Ellos serían los capitanes y decidirían en qué atracciones se montarían y a nosotros nos parecería bien siempre que fuesen atracciones de su edad y los tres pudiesen disfrutar. Así, sin prisas, sin grandes expectativas, sin mega metas o planes perfectos fue como la jornada, además de un maravilloso recuerdo familiar, se convirtió en un gran aprendizaje emocional:
Aprendimos de nuestros hijos que:
El miedo se vence con ilusión. ¿Qué es lo que hace que niños que nunca han montado en una atracción en la que la altura desde la que se van a descolgar es más de diez veces superior a la suya venzan la sensación de vértigo y quieran subir? ¿Qué les hace vencer el miedo que naturalmente se esperaría al tener que enfrentarse a ese riesgo por primera vez? La pasión, la ilusión por disfrutar de la atracción es lo que hace que la balanza entre lo desconocido y esa nueva experiencia que promete ser divertida se incline hacia este último lado.
A diferencia de lo que hacemos los adultos cuando tenemos que enfrentarnos a un reto nuevo, a algo que nos asusta o nos da miedo -que le pedimos a nuestro cerebro que nos muestre todas las razones lógicas para dar el salto-, ninguno de los niños que allí había se preocupó de preguntar cómo funcionaba el sistema de elevación de la atracción, los resultados del último control de seguridad, el porcentaje de niños que se habían mareado en el último año, etc. Lo que allí sobraba por todas partes era ilusión. Tanta que daban ganas de recogerla en botes y utilizarla para cuando tuviésemos que emprender un nuevo proyecto o dar un nuevo salto en nuestra vida. Y es que, el mayor enemigo para avanzar es el miedo y este sólo no se vence con la razón, como siempre nos han enseñado, sino con ilusión, con verdadera pasión.
¿Llegar el primero o demostrarte que puedes llegar sólo? Una de las atracciones familiares más populares de LEGOLAND es el parque de bomberos. La atracción es un role play en el que cada familia simula ser una brigada de bomberos que tiene, primero que llegar al foco del incendio y, después, sofocar el fuego. Tanto el coche de bomberos como la bomba de agua se accionan manualmente, como las antiguas bombas. Os podéis imaginar que el objetivo de casi todas las familias es “ganar”. Tantas son las ganas de llegar los primeros que, visto desde fuera, el juego parece más un concurso de padres que un juego de equipo.
¿Qué ocurre en este juego si les damos a los niños un papel activo, si dejamos que el resultado final dependa de su esfuerzo? Pues que perdemos. Llegamos los últimos porque el resto de los padres habrán apartado (literalmente) a sus hijos a un extremo del coche, habrán sudado la gota gorda accionando bombas lo más rápido posible y les habrán hecho creer a los niños que la familia ha ganado gracias a su brillante aportación como animadores.
Perdimos, nuestro coche llegó el último. Y, sin embargo, los niños se sintieron tan orgullosos de su esfuerzo que pidieron volver a montar otra vez para mejorar su posición. Pidieron superarse a sí mismos. ¿No es eso muchísimo mejor que ganar?
En LEGOLAND aprendimos que cuando les hacemos los trabajitos del cole, cuando serramos por ellos la maqueta, pintamos el sistema solar o nos volvemos locos preguntando al resto de las madres por los grupos de wassap nuestros hijos llegan los primeros y ganan, pero probablemente no pidan repetirlo de nuevo para superarse a si mismos.
¿Llegar a todo o disfrutar por el camino? Como os decíamos antes la ruta la marcaron ellos. Dimos vueltas, giramos sobre nuestros pasos y, a ojos de un adulto, perdimos tiempo. Pero ellos no recuerdan LEGOLAND por no haber visto Imagination Land ni Polar Ice. Ellos recuerdan la experiencia como una de las mejores de su vida.
¿Hubiera sido lo mismo si los mayores lo hubiésemos planificado todo tan al milímetro como siempre, si les hubiésemos marcado el orden exacto de las atracciones? Sinceramente, en un día con las emociones tan a flor de piel dudo que tanta planificación no se hubiese convertido en frustración, enfado y pataleta. ¿Qué sentido tiene a veces llegar a todo desgastándonos con nuestros hijos por el camino?
¡Feliz fin de semana a todos!
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